domingo, 24 de mayo de 2009

CARTA DE UNA NIÑA QUE NO LLEGO A NACER.


Querida mamita.

Desde el primer momento que me di cuenta que existía, de que era un ser humano, me sentí muy feliz. Me encontraba en un lugar obscuro pero muy cómodo dentro de ti. Sentía como mi corazón palpitaba continuamente, y notaba que ya tenia deditos en mis manos y en mis pies. Era increíble como cada día iba creciendo y desarrollándome. Empleaba la mayor parte del tiempo en crecer y dormir. Muy pronto empecé a escuchar y distinguir tu voz, era tan especial oírte y sentirte tan cerca. Aun desde los primeros días de mi existencia se me desarrollo un grande apego a ti mamita.

Tu voz era muy cálida y dulce, me encantaba que te dirigieras a mi, nunca entendi que te pasaba cuando te ponías tan triste y asustada, cuando te oía llorar, lloraba contigo. A veces gritabas, nunca supe por que. Oía cuando mi papito te gritaba enfurecido. Esto me ponía muy triste pero esperaba que todo pasara muy pronto. Me preguntaba por que llorabas con tanta frecuencia.

Una mañana, te levantaste llorando y continuaste todo el día. ¡Cuanto padecí yo contigo! no podía imaginar siquiera la causa de tanto llanto. Ese mismo día ocurrió algo terrible. Un monstruo feroz se introdujo en mi habitación donde yo descansaba calientita y cómoda.

Sentí pánico, comencé a gritar desesperadamente, pero mis gritos no eran escuchados. Imagino que te tenían amarrada porque no hiciste el menor esfuerzo por socorrerme. Tal vez fue que no escuchaste mi voz desesperada que poco a poco se fue extinguiendo.

El monstruo se iba acercando mas y mas y yo con alaridos de horror te decia: ¡"Mami, mami, socorreme por favor! ¡Mamita ayudame!" ¡Estaba tan aterrorizada! Grite y grite hasta mas no poder. Pero el monstruo comenzo a desprenderme mis brazitos. ¡Cuanto me dolían! Sentía un dolor tan fuerte que nunca lo podre describir. Le rogué que me dejara, pero no me escucho. Grite y grite cuando me arranco una pierna. Aunque el dolor era muy intenso me di cuenta de que me estaba muriendo. Me atormentaba pensar que nunca verías mi carita, y que nunca te oiría decirme "te amo".

Yo quería secar tus lágrimas y que no lloraras mas. ¡Había hecho tantos planes para hacerte feliz, mamita!. Ya nada de eso estaba a mi alcance, todos mis sueños se habían destruido. Estaba yo horrorizada y lastimada. ¡cuanto deseaba ser tu hijita! Pero, ya no podía ser, me estaba muriendo sin derecho a ser defendida. Solo podía imaginar las terribles cosas que te estaban haciendo. Antes que me arrojaran al cesto de la basura quería decirte: "Te amo mamita". Pero ya no supe mas, de pronto sentí que me elevaba. Un ángel me llevo en sus brazos a un lugar hermoso; me llevo a donde Jesús y me deposito en sus brazos. Jesús me dijo que me amaba, esto me hizo inmensamente feliz. Le pregunte que era aquello que me había ocacionado la muerte y El me contesto suavemente: "El aborto; lo siento, hija mía, se lo que has pasado".

yo no se lo que quiere decir esa palabra aborto, pero me imagino que es el nombre de ese monstruo que me arrebato la vida. Aunque te escribo, mamita, para decirte que te amo... y para decirte, hice todo lo imposible para sobrevivir, quería vivir. Pero era muy pequeña y el monstruo era demasiado fuerte para mi. Me succiono desprendiéndome los brazos y las piernas, y luego se trago el resto de mi cuerpecito. En tales circunstancias era imposible sobrevivir, pero quería que supieras que trate de quedarme contigo, pues yo no me quería ir.

Mamita, también quiero decirte que te cuides mucho de ese mostruo, el aborto. Te amo y no quisiera que pasaras por el sufrimiento que pase yo. Por favor, mamita, cuidate mucho.

Estoy ahora en el cielo, sentada en los brazos de Jesús. El me ama y llora conmigo porque me han destrozado el corazón. ¡Yo quería ser tu niña, tu querida hijita!. Todavía no comprendo lo que ha pasado.


Te ama, tu bebita.


Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños; porque les digo, sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre del cielo. Del mismo modo, el Padre del cielo no quiere que se pierdan ni uno de estos pequeños (Mt 1Negrita8, 10-14)